jueves, 13 de marzo de 2014

Botellón y otras hierbas

Eran las 5'30 h. de la mañana y sonó el teléfono en la casa.
- "Julio, están llamando a tu móvil, cógelo".
-..."¿Sí?, ¡dígame!".
- "¿Es usted el padre de E... R... M...?".
- "¡Sí!, ¿¡qué pasó!?".
- "Nada grave, pero le transladaron al "Hospital de..." en una ambulancia. Los amigos del chico nos facilitaron el nº de su móvil. Si puede acercarse le agradeceríamos que acudiera; no hay prisa, el chico está siendo bien atendido pero llamamos sobre todo para que ustedes estén al corriente".
- ...
Es una de tantas llamadas que los servicios sanitarios, policía y demás tienen que efectuar a las familias. Cualquier fin de semana, cualquier fiesta que caiga antes de un día de descanso,... es ocasión para ver el espectáculo de jóvenes y no tan jóvenes (desde niños de 12 y 13 años hasta...) yéndose de cubattas y sin necesidad de entrar en bares ni discotecas.

"¡La culpa es de los padres!", dicen.

Así proclaman las administraciones públicas y, por supuesto, quienes hacen negocio con las bebidas alcohólicas, tabaco, etc...
Los primeros constatan sencillamente el hecho de muchos jóvenes incapaces de controlar su impulso de beber hasta quedar en coma etílico; los segundos se lucran a costa del mal de estos jóvenes... pero ante las consecuencias no asumen su responsabilidad, culpan a los padres de esta juventud "por no educar adecuadamente".
No vamos a entrar a discutir la ética de estos negociantes o en si llevan o no razón; sencillamente vamos a entrar en la parte que nos toca a nosotros, los padres y madres.

Es cuestión de educación, en primer lugar.

En eso estamos de acuerdo. Los padres y madres somos los responsables de EDUCAR conforme nuestros hijos necesiten para saber manejarse y orientarse en la vida; obviamente no lo acabamos de conseguir: ahí están los hechos.
- "Es que ya podemos decir lo que sea, al final hacen lo que les da la gana. ¿Qué haces?, ¿los matas?".
Así respondió un padre una mañana, en una charla en la que hablábamos de eso de "llegar más tarde a casa", sistemáticamente, más allá de la hora pactada.

El problema no es de ahora, el problema viene de lejos:

1.   ¿Cuándo fue que dejamos de sancionar el incumplimiento de una norma?, ¿qué sucedió después?.
2.   Cuando imponíamos una sanción ¿era proporcional a la gravedad de la norma infringida?, ¿o bien nos pasamos y la tuvimos que retirar al observar que nos habíamos pasado?; ¿planteamos una alternativa a continuación o nos olvidamos de ella?.
3.   ¿Tienen nuestros hijos experiencia de hacerse responsables de tareas en la casa?; ¿hemos valorado positivamente sus logros, o sólo nos hemos limitado a censurar sus errores?.
4.   ¿Qué concepto tienen nuestros hijos de sí mismos?, ¿cómo han llegado a tener esa idea?.
5.   ¿Nos comunicamos con ellos con asertividad?, ¿les hemos enseñado a comunicarse también así con sus amistades?.
6.   ¿Cuál es nuestra escala de valores?, ¿de qué maneras hemos comunicado a nuestros hijos esos valores?.
7.   ¿Qué ambiente familiar tenemos en casa?, ¿nos sentimos bien en nuestro hogar?, ¿se sienten bien nuestros hijos bajo nuestro mismo techo... o más bien salir de casa para ellos es como liberarse de una presión insoportable?.
8.   ...

Sería bueno saber también, en última instancia, "por qué beben nuestros hijos, por qué van detrás de sustancias que alteran completamente su comportamiento o por qué buscan otras formas de manifestarse a las que son "normales" o habituales, ¿qué está pasando en el fondo de la cuestión?.
Si establecemos un diálogo amplio, sereno e incisivo sobre estas cuestiones con toda seguridad comprobaremos que efectivamente "tenemos mucho que hacer".
(A veces, cuando observamos que todo es un desastre solemos exclamar: "¡Aquí no hay nada que hacer!"; en realidad habría que decir: "¡Todo está por hacer!").
Nada está perdido; podemos haber cometido errores y puede que tengan razón muchos que nos culpan a los padres y madres de estas cosas que hacen nuestros hijos pero podemos rectificar, podemos hacer que el proceso cambie de dirección y lleguemos a las metas que siempre quisimos para nosotros mismos: sentirnos felices tan sólo por ver que nuestros hijos ya lo son.

Podemos hacer algo.

1.   Si partimos ya de una situación problemática y creemos de verdad que podemos reconducir esta historia, hagámonos los encontradizos con nuestros hijos. Empecemos por ESCUCHARLES, acogerles tal como son.
2.   Analicemos juntos la situación, interesémonos por sus razones para llegar hasta ahí, sin juzgarles, sin machacar,... aunque podamos expresar naturalmente nuestro punto de vista sobre aquellas actitudes que les han llevado a la situación actual... pero siempre dispuestos a volver a empezar.
3.   Expresemos con claridad nuestra comprensión por sus limitaciones o debilidades y brindemos nuestro apoyo para superarlas a partir del plan que ellos mismos se propongan para superarse a sí mismos.
4.   Planteémosles realizar actividades juntos, alguna aunque sea, de tal manera que eso nos dé pie para crecer en comunicación, complicidad, mutua comprensión.
5.   Aprovechemos cualquier ocasión para expresarles cuanto les queremos; resaltemos sus logros, fomentemos sus cualidades, recursos personales, habilidades,... valoremos toda esa riqueza.
6.   Establezcamos normas claras, concretas, asumidas por todos,... y hagamos que se cumplan... y si no se cumplieran, nuestros hijos deben saber que habrá consecuencias sí o sí.
7.   Ofrezcámosles oportunidad de crecer en responsabilidad: asumiendo tareas del hogar de las que respondan ellos en primer lugar, planificando mejor sus estudios u otros compromisos en los que estén implicados y aplaudamos sus progresos y también el uso responsable de su libertad.
8.   Seamos nosotros imagen clara de todo lo que les predicamos; no podemos esperar garantías de éxito si en nuestras conductas hay contradicción entre la palabra y los hechos o actitudes.
9.   ...

En resumidas cuentas: edifiquemos el tipo de relaciones familiares que "a todos nos gustaría tener o disfrutar"; lo podemos conseguir, es cuestión de empeñarse en ello cada día, ser constantes y no tirar la toalla jamás (ya sabemos que es fácil decirlo... pero es que no tenemos otra).

PARA NUESTRA REFLEXIÓN:
  • ¿Hemos vivido alguna vez alguna situación, si no igual sí parecida, como la del joven atendido en un hospital por coma etílico?. ¿Qué reflexión nos hicimos al respecto?.
  • ¿Estamos de acuerdo con la opinión de que si pasan estas cosas es "por culpa de los padres"?. ¿Qué matizaríamos al respecto?.
  • ¿Nos parecen realistas las sugerencias o propuestas que el artículo nos ofrece en su última parte?, ¿cuáles de ellas nos parecen más importantes?. ¿Qué otras podríamos añadir?.
  • ¿Cómo hemos de plantearnos esto padre y madre para que seamos efectivos en estos planteamientos a la hora de llevarlos a la práctica?.
PARA AMPLIAR, CONTRASTAR O PROFUNDIZAR:

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