domingo, 1 de diciembre de 2013

¿Qué preguntas?

Sí, ¿qué preguntas hacer a nuestros hijos?.
Parece una bobada pues diríamos:
- "Todas las que nos sirvan para saber de ellos y poder entablar una conversación de tú a tú en la que ambos nos sintamos a gusto en esa comunicación y poder compartir nuestros respectivos mundos,...".
En esa respuesta, si nos fijamos, hay muchos elementos clave: "conocimiento de nuestros hijos, ambiente de confianza, naturalidad, acogida mutua,..."; la cuestión  siguiente sería: "¿Obtenemos eso en todas nuestras conversaciones iniciadas por una pregunta?".

Nos explicamos:
¿Es lo mismo preguntar:
  • "¿Estás cansado?" que: "¿Cómo te sientes al terminar este día?".
  • "¿Tienes hambre?" que: "¿Qué te comerías ahora mismo?".
  •  "¿Cómo te fue hoy en el cole?" que: "¿Qué aprendizajes traes hoy del cole?".
  • ...?.
Con frecuencia hacemos una y otra pero ambas tienen significados y reacciones bien distintas. Veamos algún ejemplo:

Analicemos.
"¿Cómo te fue hoy en el cole?". Sinónimo de: "¿Cómo te trató hoy la vida?",... o  la rutinaria: "¿Cómo estás?".
Esta forma de entablar una relación suele llevar a respuestas tales como:
- "Bien". Y punto pelota. ¿Algo más?.
Sí, puede que nos digan:
- "Mal papá, -o mamá-, tal asignatura es un asco, no la soporto, no me sirve para nada;... tal profesor es un plasta, hoy se le ocurrió...". etc. Y poco más: nuestro modo de preguntar lleva a determinados modos de responder, todo tiene relación.
Preguntar sobre "el cómo nos afecta lo externo" sin incluir la propia iniciativa lleva a una concepción "utilitarista" de la vida; a enjuiciar lo que recibimos y con quienes interactuamos como algo o alguien de quien obtener un beneficio inmediato o algo que responda a nuestras expectativas para que lo consideremos positivo.

Pero si preguntamos:
"¿Qué aprendiste hoy en el cole?". Sinónimo de: "¿Qué hiciste hoy para que sientas que has crecido un poco más?".
Esta otra manera de establecer la relación conduce a respuestas mucho más amplias en las que no sólo hay un monosílabo que defina rápidamente la cuestión y zanjar la conversación sino que lleva a nuestros hijos, por una parte, a hablar de sí mismos con más amplitud, de su participación o implicación en los resultados finales, de su protagonismo.
El carácter utilitarista que pueda tener el resultado obtenido aunque pueda existir ya no es el principal ingrediente sino muy secundario porque el centro de atención ya no lo situamos en el exterior a la persona sino en la actitud que adoptamos ante los hechos de la vida y las enseñanzas que obtenemos con esa iniciativa.

Las palabras no se las lleva el viento.
Esto nos enseña pues que "no es inocua nuestra forma de comunicarnos y el contenido de nuestras conversaciones". Esto nos indica que "si queremos educar a nuestros hijos" hemos de tener en cuenta el "cómo" nos comunicamos con ellos. Esto nos demuestra, una vez más, que no hay respuestas pobres sino preguntas o cuestiones mal planteadas".
Si queremos que nuestros hijos sean comunicativos con nosotros, hablen de sí  mismos más que de las cosas, abran su corazón y muestren sus sentimientos,...:
  1. Comuniquémonos en la pareja de ese modo abierto también; que nuestras conversaciones no empiecen y se acaben con la expresión típica de: "¿Qué  tal te fue hoy?"... para que el otro responda: "Bien"... y punto final.
  2. Hagamos preguntas abiertas; preguntas que no puedan responderse con un "sí, no, bien, mal, regular"... sino que les lleven a expresar sus pensamientos, su mundo interior, su emotividad,...
  3. Evitemos en lo posible una conversación tipo "interrogatorio-policial" o de "periodista que busca sólo lo que a él  le interesa", es decir: aquélla que se parece a las encuestas (con preguntas cerradas que se pueden contestar con los monosílabos antes mencionados y que sólo buscan en sí la confirmación de unas sospechas o supuestos que albergamos, o sencillamente una información muy escueta o específica sobre algo).
  4. Busquemos sobre todo una conversación "no-dirigida": aquélla en la que hay cuestiones personales, posibilidad de respuestas espontáneas, improvisadas, nacidas de la libre iniciativa,... ya que ella dará la oportunidad a nuestros hijos de ser más ellos mismos, más sinceros, les permitirá hablar de sus logros y fracasos, intereses, pensamientos y sentimientos.
  5. ...
Importancia del ambiente.
Una conversación en la que haya conexión mutua no se establece con formalismos o rituales hechos porque sí; una buena COMUNICACIÓN se establece mejor cuando hay un clímax adecuado y éste depende muchísimo más de las personas participantes que de las circunstancias físicas o externas en que se establece esa comunicación. Por lo tanto:
  1. Seamos acogedores de nuestros hijos en toda su globalidad: sepamos leer en sus gestos (lenguaje no-verbal) su sentir y respetémoslo, no lo reprimamos o cortemos -salvo que ello esté atentando contra su salud o integridad-; mostremos aceptación total de sus personas.
  2. Hagamos que se sientan cómodos en la conversación, animados a ir más allá de lo que aparentemente les estamos planteando; no temerosos de la información que nos puedan dar.
  3. Practiquemos una buena observación no sólo de lo que nos dicen sino también del modo en que nos lo cuentan; si lo hacemos así ellos lo notarán de inmediato -si no lo hacemos también lo notarán- y la conversación derivará a una mayor profundización y amplitud o de lo contrario acabará en frases hechas y vacías... para acabar cuanto antes.
  4. Evitemos los reproches hacia la persona y si hemos de ser críticos con algo que se hizo mal... conduzcamos la conversación de manera que sean nuestros propios hijos quienes detecten las fallas de su conducta o hechos realizados para plantear a continuación: "¿Cómo piensas tú que habría que hacer en la siguiente ocasión?, ¿cómo puedo ayudarte a lograr eso que planteas?."
  5. Si nuestra actitud es de principio a final de ACOGIDA evitaremos la presencia de las garras afiladas; cuando hacen acto de presencia todo se vive a la defensiva y así... no hay posibilidad de llegar al otro.
  6. Tengamos, por lo tanto, desde el primer instante muy claros los objetivos que pretendemos alcanzar en esa comunicación para que la conversación sea coherente; la incoherencia despista tanto al que plantea las cuestiones como a quien las recibe.
PARA NUESTRA REFLEXIÓN:
  • Cuando establecemos una conversación con nuestros hijos ¿qué objetivos nos planteamos?.
  • Si nos parece que nuestros hijos son poco comunicativos ¿a qué creemos que es debido?. ¿Qué podemos hacer al respecto?.
  • ¿Es nuestra relación de pareja, nuestra comunicación, un espejo en el que puedan mirarse nuestros hijos?, ¿en qué sí y en qué no?. ¿Qué vamos a cambiar al respecto?.
  • ¿Cómo estamos cuidando el "ambiente" en el hogar, en la familia, para animar a nuestros hijos a crecer en amplitud y profundidad en su comunicación entre ellos y también con nosotros sus padres?.
Compartamos, padres y madres, nuestras experiencias: las positivas para animarnos mutuamente en esta nada fácil tarea de la EDUCACIÓN de nuestros hijos; las negativas para buscar en ellas las pistas de alternativas que las puedan superar (no hay experiencias inútiles, de todo se aprende).

PARA AMPLIAR, CONTRASTAR O PROFUNDIZAR:

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