martes, 7 de mayo de 2013

Un día dedicado a la familia

Cada 15 de mayo de cada año se celebra a nivel mundial el  Día Internacional de la familia”. Así lo determinó la Asamblea General de Naciones Unidas el 20 de septiembre de 1993 en su resolución 47/237.
¿Sería necesario dedicar a determinados temas “días especiales” si en ello no hubiera problema alguno o nos fuera de maravilla en ello?. O bien: ¿puede servirnos esta celebración para valorar también lo que vamos consiguiendo juntos, sin necesidad de que haya problemas que justifiquen que aumentemos sobre esta comunidad nuestra atención?.

El “Día de la familia” es todos los días.
No serviría de nada centrar la atención en nuestra experiencia familiar, al menos un día al año, si durante el resto del calendario la tuviéramos desatendida. En la familia hay problemas ¿habrá quien no los tenga?; la cuestión no es por lo tanto que los haya o no sino el que valoremos “la forma de afrontarlos”, cómo tratamos de solucionarlos, cómo resolvemos los conflictos y “cómo hacemos para lograr en ella el ambiente, la realidad, que a todos nos gustaría vivir en ella”.


¿Cuál es nuestra realidad?.
No podemos dirigirnos a ninguna parte si no sabemos dónde estamos. Por lo  tanto, hagamos lo mismo con nuestra realidad familiar:
  • ¿Cómo es la relación de pareja? (la base de una buena relación familiar está en cómo se relaciona la pareja entre sí).
  • La vida personal podría dividirse al menos en tres grandes segmentos: trabajo/estudio, descanso/reposición de energías y convivencia/relaciones sociales. ¿Qué proporción guardamos entre estos tres elementos?, ¿hay equilibrio entre ellos o estamos sacrificando alguno?.
  • ¿Garantizamos en la vida familiar poder dedicar un espacio importante de calidad y cantidad para la relación y convivencia familiar?.  ¿Qué momentos del día tenemos para disfrutar de estar juntos, padres e hijos?, ¿cómo los vivimos?.
  • Cuando surgen conflictos ¿cómo los afrontamos y los resolvemos?.
  • Si nos consideramos padres creyentes y queremos dar a nuestros hijos una buena educación en la fe ¿cómo lo estamos haciendo?, ¿de qué maneras estamos apoyando y acompañando su proceso de crecimiento en la fe?.
  • Si no nos consideramos creyentes pero queremos educar a nuestros hijos  en valores (ésta no es una alternativa a la educación en la fe sino que ambas se fortalecen mutuamente) ¿cómo estamos desarrollando esta educación en valores?, ¿cómo acompañamos a nuestros hijos en este proceso de crecimiento interior y de actitudes consigo mismos y su entorno?.

¿Qué queremos cambiar, qué nos proponemos conseguir?.
Si hemos entrado con amplitud, algo de hondura y honestidad en las cuestiones sobre nuestra realidad, quizás habremos dado con cosas que “necesitan mejorar”, actitudes que cambiar, novedades que introducir,… para conseguir aquello que nos parezca ideal o al menos mejor que lo que ahora mismo tenemos. Si es así, aterricemos:
  • ¿En qué necesitamos cambiar: individualmente y como familia?.
  • ¿Cómo vamos a realizar cada uno de los cambios que consideramos necesarios?.
  • ¿Cuál  va a ser la aportación de cada uno para contribuir a ese bien común que buscamos?.
  • ¿Qué medios vamos a necesitar para lograrlo?. ¿Qué ayudas precisamos?.

Con los abuelos.
A veces viven con nosotros bajo el mismo techo, otras tienen su propio hogar y en algunos casos tienen por domicilio un asilo. Lo esencial en todo caso es la “relación que tengamos con ellos”:
  • ¿Procuramos que nuestros padres –abuelos de nuestros hijos- se sientan bien entre nosotros o cuando les vamos a ver a su domicilio?.
  • ¿Fomentamos la relación de nuestros hijos con ellos?, ¿cómo lo estamos haciendo?.
  • ¿Qué actividades compartimos con ellos que signifiquen simple convivencia y disfrute de compartir la mutua compañía?.
  • ¿Qué valores desarrollamos en esta relación padres-hijos-abuelos?.
  • ¿Estamos todos conformes con la frecuencia en que nos vemos, nos comunicamos, compartimos vida… o echamos en falta algo más?.
  • ¿Cómo mejorar en esta relación padres-hijos-abuelos?.

Con el resto de la familia.
Se da en estas relaciones también una gran diversidad dependiendo de muchos factores: el lugar de residencia de cada familia, las fechas vacacionales, circunstancias laborales, de salud, etc… que harán que exista una mayor frecuencia en los contactos;  no obstante, como en el caso de los abuelos, lo importante aquí va a ser si esa relación nos satisface o no y si puede o no mejorar.
  • ¿Cómo es la relación que tenemos con nuestros hermanos y cuñados, también con nuestros tíos y primos?.
  • ¿Fomentamos la relación entre todos nosotros y que no sólo nos conozcamos sino que nos mantengamos en constante comunicación a través del teléfono, correo electrónico,… cuando la distancia geográfica nos dificulta una mayor cercanía?.
  • ¿Qué valores hallamos en esta interrelación, especialmente en lo concerniente a nuestros hijos?. ¿Cómo acrecentarlos?.

Últimas reflexiones.
  1. Hay un refrán que dice: “Vale más una gota de sangre que mil ríos de agua”. El dicho hace alusión a la importancia que hay en los lazos de sangre, los que se establecen entre los miembros de una misma familia; (también hay situaciones en las que resulta más fuerte una relación de verdadera amistad que otra en la que existen lazos familiares pero, de facto, no hay en ella amistad ninguna, no hay conexión real -causas o razones puede haber muchas-);  lo habitual, lo que normalmente suele suceder es que, por imperfecta que sea, “la familia es quien SIEMPRE va a estar ahí, en las duras y en las maduras”; es en el ámbito familiar donde con mayor amplitud e intensidad se viven los valores de la solidaridad, amplia y profunda comunicación, colaboración desinteresada,… con toda naturalidad, como algo incondicional… a poco que haya un mínimo de respeto entre sus miembros.
  2. La familia es también una excelente “escuela para la vida”, especialmente para nuestros hijos. En ella se aprende a convivir, a respetar, aceptarse unos a otros en sus diferencias, comprender que la diversidad es un valor –no un inconveniente- y que los afectos, el amor mutuo, son la mejor garantía de felicidad, armonía y paz entre todos sus miembros. En ella se viven también conflictos y desaveniencias pero éstas se convierten en instrumentos para la reflexión, debate,… y puesta en juego de actitudes de escucha, acogida del mundo emotivo, diálogo y desarrollo de habilidades sociales que permitirán resolver esos conflictos de maneras satisfactorias para todos.
  3. Los lazos familiares cuando son sentidos ayudan a superar cualquier problema, cualquier disensión o dificultad (siempre hay excepciones, no obstante, pero ante ellas –aunque pueda costar a todos- la mejor postura es el respeto a esas decisiones y permanecer siempre abiertos a la posible reconsideración de actitudes para volver a la unidad).

PARA AMPLIAR, CONTRASTAR O PROFUNDIZAR:

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